Llevaba demasiado tiempo sin llover y los campos estaban secos. Las cosechas se
perderían si las lluvias no llegaban y todos miraban al cielo con la esperanza de ver
esas nubes de lluvia tan deseadas.
Estaban nerviosos y angustiados pues incluso pasarían hambre sin los productos del
campo. La mayoría de las familias vivían de él.
Después de varias semanas, los frailes del monasterio convocaron a los habitantes de
todos los pueblos cercanos para que se reuniesen en la plaza de uno de ellos y rezar
todos juntos para pedir la llegada de las lluvias.
El día señalado todos acudieron puntuales a la plaza. Llevaban en sus manos símbolos
de fe como biblias, crucifijos o estampas religiosas de vírgenes, cristos y santos.
Al terminar la oración levantaron los ojos al cielo pues las primeras gotas comenzaban
a caer. Después, una suave lluvia llenó de alegría sus caras y sus corazones.
Llenos de gratitud besaron sus biblias y cruces y se fueron retirando a sus casas para
refugiarse de la lluvia.
Sólo una persona quedó en el centro de la plaza. Una niña que sostenía en sus manos
un gran símbolo de fe: un paraguas.
adaptación del relato "Fe" de Laverne W.Hall
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